No diría que es inevitable intentar volver a la tierra... Volver como esa semilla perteneciente a un fruto que cayó de un gran árbol... Volver a la tierra es tomar de nuevo fuerzas y comenzar, es buscar de nuevo el sentido a las cosas, es mirar dentro de uno mismo y ver tu propio interior, esclarecer las brumas que puedan encontrarse y como haría una pequeña planta que crece y germina, buscando la luz del sol para que su fotosíntesis pueda llevarse a cabo, salir y hacer por encontrar esa luz que pueda iluminar nuestro crecer. Cuando esa luz la tienes cerca, cuando reconoces esa luz y sabes cómo utilizarla, el camino se ve más fácilmente; es nuestro deber entonces saber cuidar de esa luz y cuidar de ese sol que nos alimenta. Cierto es que algunas veces somos nosotros mismos los que ocultamos ese sol con nubarrones oscuros, tormentas que ciegan la luz y granizadas que golpean nuestras débiles hojas que van creciendo poco a poco... Es imposible negar que dañamos a ese sol que nos ilumina, algunas veces somos plantas rebeldes que quieren esconderse de esa luz, que bajo nuestra misma responsabilidad ignoramos la luz que nos hace crecer... Es hora de volver a la tierra y empezar, es hora de querer saber y conocer qué somos, puede que en las noches oscuras en las que nos falta el sol entristezcamos por su ausencia y lo necesitemos..., entonces no hagamos que desaparezca bajo nubes tóxicas, bajo un negro manto de polución que contamine el aire que nos alimenta, que enturbie esa luz blanquecina que nos hace vivir y que día a día, constante, nos sonríe en la mañana y nos da calor en la tarde, que ilumina nuestro amanecer y nos da apoyo para la fría noche. No seamos inconscientes de querer destruir el sol, de querer ocultarlo sin razón, seamos semillas que luchen por hacer lo posible para que día a día nos ilumine y nos haga crecer.
Volvamos a la tierra como semillas conscientes de nuestra luz, conscientes de que tenemos que saber cuidar lo que nos alimenta, lo que nos guía en la vida. Nos mantiene bajo un manto de fuerza, nos empuja a crecer y nos da todo sin pedir nada a cambio y que a veces no sabemos valorar... Quiero ser entonces una semilla que reconoce su luz, que quiere mantenerla y retroalimentarla, quiero guardarla y que siga iluminando mi crecimiento, que haga que esta pequeña planta sepa reconocer lo que tiene. Sé que sin esa luz que me alimenta habría marchitado y caído en la tierra muerta, sin posibilidad de volver a germinar... Pero no, tengo ese sol al que mirar cuando lo necesite y tengo ese calor para cuando quede sola en la noche... Gracias a ti, gracias a mi luz.
Si bien decidimos crecer, decidimos volver a la tierra y convertirnos en parte de ella, en formar parte de este mundo, en tomar constancia de nuestra existencia en el mismo; reprimamos entonces a los que quieren dañar el mundo del que formamos parte, a los que destrozan nuestra tierra e impide que germinemos en ella, a los que nos ocultan el sol y nos cortan el agua que nos da la vida... Luchemos entonces por crecer en un bosque de sensatez y racionaildad, de vida y de esperanza.